25 marzo 2008

Iraq muere todos los días


Por: Rosa C. Báez

Bush ordenó la guerra, bajo las banderas de la mentira, hace exactamente cinco años. Hacia la nación árabe, cuna de la cultura y la civilización en la región mesopotámica, el presidente guerrerista envió metralla y muerte.

La muerte como constante de cada día en el Iraq ocupado.

Esta vez se invadió y ocupó el país. Antes, en 1991, en la denominada Guerra del Golfo, Estados Unidos había lanzado contra Iraq 110 000 ataques aéreos desde sus aviones A-10 Warthog que vomitaron 940 000 bombas cubiertas de uranio empobrecido, mientras que de sus tanques M60, M1 y M1A1, se disparaban otros 4 000 proyectiles igualmente letales. Era el uranio empobrecido cuyo uso está prohibido por las convenciones y otras regulaciones internacionales. Pero Washington lo usó en Iraq con el silencio cómplice de los gobiernos que han apoyado estas contiendas.

El paseo triunfal se convirtió en pesadilla

De los 47 días que duró la Guerra del Golfo, más las sanciones posteriores impuestas a la nación árabe, queda en la memoria la inhumana política de exterminio para con toda una nación. En el 2002, un año antes de la invasión, la revista especializada Medicina Holística, así como informes de instituciones médicas internacionales, se hacían eco del aumento de las malformaciones en niños iraquíes afectados por el uranio empobrecido. Un solo ejemplo aplastaría cualquier justificación para tratar de obviar el genocidio: en Iraq, ese año, estaban naciendo niños sin ojos en una proporción de 20 infantes por cada 4 000 partos, cuando la media mundial es de un caso por cada 50 millones de nacimientos.

Recuento inconcluso

No se puede olvidar que Estados Unidos está en año electoral, y en ese festín mediático vale todo. De esa forma, el candidato republicano, John McCain —ya con el apoyo abierto del actual mandatario— ha dicho y reiterado que no solo deben mantenerse las tropas norteamericanas en Iraq, sino que deben incrementarse. En sus últimos discursos electorales afirmó que Estados Unidos está ganando la guerra.

Pero los hechos y los datos dicen otra cosa. En un reciente artículo publicado en el sitio digital español WSWS, se afirma que, tras cinco años de invasión y ocupación, Iraq quedó convertido en una tierra baldía de ciudades devastadas e infraestructuras destrozadas. De acuerdo con varias fuentes (estudio realizado por la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore, Estados Unidos; textos publicados en la revista médica The Lancet, y otros) más de un millón de personas murieron y otros más quedaron mutiladas y traumatizadas, mientras dos millones de iraquíes fueron obligados por la guerra a abandonar el país y otros dos millones se han convertido en desplazados o refugiados internos.

De la economía ni hablar. ¿Qué podría argumentarse al respecto dentro de ese gran caos, inseguridad, corrupción importada e inestabilidad de todo tipo? Agencias especializadas de la ONU señalan que el desempleo fluctúa entre un 60 y un 70% de la población laboral; y que solo para estabilizar la producción petrolera son necesarios no menos de 20 000 millones de dólares.

La pobreza extrema afecta al 43% de los iraquíes, mientras seis millones de personas precisan de ayuda humanitaria. La mitad de la población infantil de hasta cinco años padece desnutrición y el 11% de los recién nacidos llegan al mundo con bajo peso.

Actualmente, el 70% de sus habitantes no tiene acceso garantizado al agua potable y el 80% carece de servicios de saneamiento. Otro "aporte" de la ocupación es que unos 2 000 médicos fueron asesinados en estos cinco años, y la mitad de los 34 000 galenos registrados en el año 2003 —al inicio de la guerra— abandonó el país.

Súmase a esta crítica situación que el 90% de los 180 hospitales carece de los recursos esenciales y algunos de ellos —según denuncias—, se han convertido en centros clandestinos de detención, tortura y asesinatos.

Casi un millón de niños en edad escolar abandonaron las escuelas y solo la mitad de los que terminan los estudios primarios, continúan en la secundaria. Hay, según censo reciente, 220 000 menores refugiados en países vecinos, que han tenido que interrumpir sus estudios.

Reconstrucción = Corrupción

Tanto para analistas internacionales como para fuentes asentadas en Bagdad, la llamada reconstrucción del país es sinónimo de fraude en el que están vinculados las autoridades locales y el mando norteamericano, y, por supuesto, sus transnacionales instaladas allí con la mirada puesta en la riqueza petrolera.

Del dinero que supuestamente debe ser empleado en reconstruir lo destruido —sacado del petróleo que se exporta— el pasado año solo se utilizó el 4,4%. Cinco años después, Iraq produce medio millón de barriles de petróleo menos que los producidos un día antes de la invasión.

Una Gran Cárcel

Además de un gran cementerio, Iraq es también —gracias a la ocupación foránea— una gran cárcel donde se estima que hay más de 400 000 reclusos en 36 instalaciones, controladas en su gran mayoría por el ejército de Estados Unidos, de acuerdo con un informe de la abogada Sahar al-Yaseri, portavoz de la Unión de Prisioneros y Detenidos de Iraq. Según esa institución, 6 500 de los reos son niños y decenas de miles, mujeres, y en casi todos los casos no se les ha formulado acusación alguna.

La Unión de Prisioneros y Detenidos, en su informe de comienzos del 2008 señala que en esas cárceles se cometen torturas y violaciones que comparativamente hacen de Abu Ghraib un lugar placentero.

Inestabilidad y Caos

Uno de los mayores fiascos de la política de Bush desde la ocupación tiene que ver con la necesidad de estabilizar un gobierno creíble. Desde el interventor Paul Bremen, nombrado apenas iniciada la ocupación, hasta las figuras iraquíes que aparecen como autoridades gubernamentales, todos han fracasado.

¿Cómo gobernar en un país ocupado por un ejército extranjero de unos 200 000 soldados; una cifra similar de fuerzas de seguridad o mercenarios, foráneos también.

Al caos y la inestabilidad los acompaña la pesadilla que resulta para los agresores sentirse atacados por una resistencia con apoyo popular y logístico.

En ese contexto, el ejército norteamericano ha reclutado a personas a las que paga 300 dólares al mes por no atacar a sus militares. Se estima que el pasado año fueron formados 192 grupos armados con más de 77 000 integrantes pagados, a los que, además, se les exige que informen de la existencia de algún grupo contrario a la ocupación.

Una reciente encuesta realizada en Iraq por las cadenas ABC-BBC, refleja que el 98% de los sunitas y el 84% de los chiitas piden que el ejército de Estados Unidos se vaya de su país.

Otro elemento que tiene que ver con el gran caos existente es que, según se ha comprobado, desde el año 2004 las autoridades de ocupación, el gobierno impuesto y las compañías transnacionales llevadas allí por Washington, se han apropiado de 18 000 millones de dólares de los fondos gubernamentales, que debieron dedicarse a la reconstrucción.

En fin, este balance inconcluso de cinco años de ocupación que la Casa Blanca insiste en presentar como victoria, no ha sido otra cosa que un desastre humano en el que Iraq muere todos los días.

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