22 julio 2008

La historia de un agente de la CIA en Bolivia


Por: Jaime Salvatierra (La Epoca)

Esta es una historia que pone al descubierto la manera en que la CIA opera en Bolivia, donde se estima que tiene la segunda base más importante en América Latina después de México, y que coloca en evidencia la fragilidad de los órganos de seguridad del Estado.

¿Hola?, necesito hablar con el viceministro Puente por favor. La decena de intentos no dieron resultado y el segundo del Ministerio de Gobierno no pudo ser hallado por el desesperado funcionario.

¡No, no puede ser. Yo necesito trabajar, ayudo a muchos de mi familia. Esta es una injusticia!, le dijo afligido el mismo funcionario a la Directora de Migración que a principios de febrero de 2006 se hizo de esa institución pública.

José Luís Miranda Butrón había sido despedido luego de trabajar cerca de 10 años ininterrumpidos en el área de sistemas de la Dirección Nacional de Migración dependiente del Ministerio de Gobierno.

El arrebato del funcionario, que oficialmente ocupaba una función sin mayor jerarquía en una estrecha oficina de cuatro por cuatro y compartida con otras tres personas, no tenía relación alguna con el temor al desempleo y a perder una cantidad de ingresos, estimados en ese momento en 250 dólares mensuales.

La preocupación de Miranda, que luego se traduciría en la puesta en marcha de un plan que lo sacó de circulación en Bolivia, se debía a que el entonces viceministro Rafael Puente, tras recolectar una cantidad suficiente de información y evidencias, había descubierto a uno de los agentes de inteligencia de la embajada de los Estados Unidos.

Lo que sigue, no es una ficción. Es la historia de un agente de la CIA que “muerto” en Bolivia, en marzo de 2006, está vivito y coleando en Costa Rica.

Su reclutamiento

Miranda, que acaba de egresar como ingeniero de sistemas, aunque existen sospechas sobre si obtuvo una profesión, siempre se destacó por su osadía en emprender aventuras y aceptar desafíos que le permitiesen ganar plata, satisfacer placeres y mantener a su familia.

A mediados de los 80, cuando Bolivia era escenario de aplicación del modelo neoliberal que había abierto las puertas para el proceso de privatización de las empresas y minado la resistencia obrera, Miranda, todavía joven, fue reclutado por un amigo como informante para el Centro Especial de Investigación Policial (CEIP), un organismo policial que desde el ex mercado de Flores, entre las calles Colón y Comercio, planificaba y mandaba a ejecutar operativos políticos.

El CEIP fue especialmente activo a finales de los 80 y principios de los 90, cuando a la escena política irrumpieron grupos que alentaban la lucha armada: el Ejército Guerrillero Tupac Katari (EGTK) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), dos organizaciones que desarrollaron acciones de propaganda armada durante el gobierno del presidente Jaime Paz Zamora.

Adquirió particular relieve político la aparición de la Comisión Néstor Paz Zamora (CNPZ), una de las células del ELN que se había bautizado con el nombre del joven cristiano que murió en la guerrilla de Teoponte, la segunda experiencia guerrillera que siguió al Ñancahuazú de los 60, cuando el Che fue asesinado en Bolivia por instrucciones de la CIA. Néstor era hermano de Jaime Paz Zamora, quien en 1989 asumió la conducción del país tras un acuerdo con el ex dictador Hugo Banzer Suárez y a pesar de haberse ubicado tercero en las elecciones.

El trabajo de acumulación de indicios, datos y pruebas contra los grupos rebeldes que se encontraban en su fase primigenia contó con la colaboración activa del joven ingeniero, quien contaba, entre otras cosas, con una habilidad para hacer fácilmente amistades en los círculos de izquierda.

Bueno, en ese entonces, tras haber dado sus primeras pruebas de lealtad, la viveza criolla y su ambición de llegar lo más lejos posible colocaron a Miranda en la atenta mirada del Coronel “Negro” Linares, quien además de manejar y coordinar a la comunidad de inteligencia, después de desbaratar al CNPZ y EGTK, dependía directamente de las instrucciones del responsable de seguridad de la embajada de los Estados Unidos.

El ingeniero trabajó oficialmente como programador del CEIP y de COPES varios años, entre otros bajo órdenes también del coronel Julio Baldivieso y de Freddy Zabala que sustituyó a Linares en la dirección de inteligencia. Nadie tenía quejas de su desempeño y más bien Miranda se destacaba por su eficiencia.

El ingeniero en sistemas fue, de esta manera, reclutado por la Central de Inteligencia Americana (CIA). Su trabajo en el CEIP se orientó a temas relacionados con la informática, como instrumento de acumulación de inteligencia y seguimiento político de la oposición. Pero esta vez, llegaría a saber el audaz agente boliviano, su relación sería con la agencia más grande y poderosa del mundo.

A sus habituales tareas en el CEIP se añadieron varias, directamente vinculadas a los servicios secretos estadounidenses, como el de desempeñar el papel de “cajero” de otros agentes locales a los que, también reclutados por la CIA, les entregaba personalmente dinero. Algunos lo recibían circunstancialmente cuando le entregaban alguna información considerada valiosa para EEUU, y a otros una especie de plus al sueldo percibido.

Pero además, Miranda se convirtió en un “palo blanco” de las inversiones realizadas por la CIA en La Paz. En sus años de trabajo con la agencia estadounidense puso a su nombre motocicletas, vehículos e inmuebles, según se llegaría a saber meses atrás. Varios de esos motorizados se encontraban en poder de funcionarios de la embajada de Estados Unidos y de ODEP, la fachada con la que aún en el gobierno de Evo Morales continuó operando la agencia estadounidense en Bolivia y que poco antes del cambio de gobierno, en enero de 2006, tenía el nombre de COPES.

Uno de los vehículos marca X-trail, color blanco, con placa 1159XCC, estaba siendo conducido por el ex Comandante General de la Policía, José Pimentel, y del que tenía conocimiento, según se pudo indagar, la ex ministra de Gobierno, Alicia Muñoz, quien le habría expresado su protesta al entonces máximo jefe policial.

La investigación conduce a pensar que el mayor Yuri Tapia fue quien le entregó el vehículo a Pimentel, quien al mismo tiempo tenía conocimiento de que motorizados como esos representaban un aporte de la embajada de Estados Unidos al trabajo de los grupos de inteligencia de la CIA.

Volvamos a Miranda. Al ingeniero le quedaba chico su trabajo en el CEIP y por recomendaciones de la embajada de Estados Unidos entró a trabajar, en 1993, en la primera gestión de Gonzalo Sánchez de Lozada, a la Dirección Nacional de Migración, entonces dirigida por Victoria Baldivieso.

Entró sin mayor ruido. En Migración se dedicó a construir un sistema informático y una base de datos que además de brindar al gobierno una herramienta eficiente para el control migratorio, le permitía canalizar información de primera mano a la CIA sobre las entradas y salidas de los políticos y dirigentes sociales bolivianos, incluso del partido de gobierno.

Y, como era obvio, entre sus favoritos se encontraba el entonces dirigente de los productores de coca, Evo Morales, y otros dirigentes de partidos de izquierda, de quienes no solo se tenía información respecto de los países que viajaban sino también de otros países a los que visitaban aprovechando su primer destino, pero también de activistas, políticos e intelectuales de otros países que visitaban Bolivia.

Algunos dirigentes de izquierda que asisten a seminarios organizados por un partido de idéntica ideología en México expresaron tener fundadas sospechas de que la seguridad mexicana, en la segunda mitad de los 90, ya tenía conocimiento de su viaje a ese país norteamericano a partir de una información originada en Bolivia.

Miranda no tenía límites. A finales de los 90 alquiló un departamento en la zona sureña de Irpavi, frente a la embajada de Cuba, para hacer un seguimiento a las actividades de los funcionarios diplomáticos de ese país, según se llegó a saber a mediados de 2006. Se desconoce si vivía ahí o visitaba frecuentemente el lugar.

Aunque no registra movimiento migratorio, el nuevo programador de Migración realizó varios cursos de entrenamiento en los Estados Unidos y no solo de los relacionados con su actividad.

Fingiendo su muerte

Como se mencionó al principio de esta historia, Miranda fue despedido de Migración en los primeros meses del gobierno de Evo Morales por la información que lo conducía e involucraba con la CIA.

Pero no se fue sin hacer nada. Con la experiencia acumulada en su actividad de inteligencia, el ingeniero de sistemas, siempre bien vestido, el cabello recortado y el rostro bien afeitado, lo cual le daba una presencia impecable y con lo que se ganaba confianza, destruyó la base de datos que Migración estaba aun en plena reconstrucción a fines del año pasado.

Al verse descubierto por gente vinculada al actual gobierno y policías que confirmaron su relación con la CIA, Miranda se comunicó con sus amigos de la embajada de los Estados Unidos y juntos planificaron una salida, según destaca la información que se tiene.

Debidamente asesorado y respaldado, Miranda fingió su propia muerte. Puso en marcha el plan a mediados de marzo de 2006. El aviso necrológico fue publicado en El Diario el martes 14 de ese mes convocando a su velorio en la Funeraria Valdivia y a su entierro para el miércoles 15 a las 16 horas.

El velorio y el entierro no se produjeron nunca, ni mucho menos existe un contrato de prestación de servicios velatorios de la Funeraria Valdivia o de entierro con el Cementerio General. Por las dudas, tampoco en ninguno de los cementerios privados de La Paz.

Pero las cosas no le salieron como esperaba. En primer lugar, no salió del país con la premura que pensaba y, audaz como siempre, se hizo crecer la barba, los bigotes y sustituyó el traje por una vestimenta deportiva. Amante del fútbol, como aseguran los que lo conocieron en Migración, no eludió la tentación de ir a ver un partido de clásico en La Paz, donde de manera accidental se cruzó con un policía que de inmediato lo reconoció y dio parte a sus superiores. Es más, Miranda respondió al saludo que le hizo el policía a manera de confirmar su identidad. Estaba nuevamente descubierto.

Ahora si había que presionar para que lo sacaran rápido de Bolivia. La CIA estaba de acuerdo por la amplia información de la que disponía Miranda. Su permanencia en el país era explosiva y peligrosa en el hipotético caso de un inmediato accionar del gobierno. La reacción no llegó.

Lo que no se sabe es si el agente de la CIA salió de Bolivia en un vuelo comercial o en una de las naves de la NAS que regularmente trae al país material de trabajo para la embajada de Estados Unidos e incluso cooperación para el país, según se comenta en círculos policiales.

Lo que si se sabe es que Miranda, junto a su familia, primero salió rumbo a los Estados Unidos y después de unos meses, con una nueva identidad, se trasladó a Costa Rica, donde está actualmente. ¿Cuántos Miranda todavía actúan en Bolivia?

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